jueves, 4 de febrero de 2010

Introducción a la Economía

Definiciónes de Economía
El término economía es una expresión que proviene del latín «economía», y este, del griego «oikos» = casa y «nomos» = administración (administración de una casa). El título «oikonomikos», de la obra de Jenofonte (430-355 a. de J.C.), se considera la primera contribución global a la formación de la ciencia económica [1].
Gregory Mankiw, autor del libro "Principios de Economía", considera que el término economía proviene de la palabra griega que significa "el que administra un hogar". A criterio de Mankiw, los hogares y la economía tienen mucho en común, debido a que la sociedad al igual que un hogar, debe gestionar adecuadamente sus recursos ya que éstos son escasos [2].
Definición de Economía, Según Expertos en la Materia:
· Los renombrados economistas, Samuelson y Nordhaus, autores del libro "Economía", definen la economía como: "El estudio de la manera en que las sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos" [1].
· Para Mark Skousen, autor del libro "La Economía en Tela de Juicio", la economía es "el estudio de cómo los individuos transforman los recursos naturales en productos y servicios finales que pueden usar las personas" [2].
· Simón Andrade, autor del libro "Diccionario de Economía", define la economía como: "La recta y prudente administración de los bienes y recursos" [3].
· Gregory Mankiw, autor del libro "Principios de Economía", define la economía como "el estudio del modo en que la sociedad gestiona sus recursos" [4].
· Los economistas Benjamin Perles y Charles Sullivan, autores del libro "Economía Para Todos", proporcionan la siguiente definición de economía: "Estudio de los actos humanos en los asuntos ordinarios de la vida. Explica cómo logra el hombre sus ingresos y cómo los invierte" [5].
· Por su parte, el Diccionario de la Real Academia Española, define la economía como: "1) la administración eficaz y razonable de los bienes, 2) el conjunto de bienes y actividades que integran la riqueza de una colectividad o un individuo, 3) la ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales, mediante el empleo de bienes escasos" [6].
En síntesis, la definición de economía describe a ésta última desde dos puntos de vista:
1. La recta y prudente administración de los recursos escasos de una sociedad, familia o individuo, con la finalidad de satisfacer sus necesidades en lo material.El estudio de la manera o el modo en que las sociedades gestionan sus recursos escasos para satisfacer las necesidades materiales de sus miembros y de la transformación de los recursos naturales en productos y servicios finales que son distribuidos y/o usados por los individuos que conforman la sociedad. Además, la economía explica el cómo los individuos y organizaciones logran sus ingresos y cómo los invierten
El individuo y la Economía
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La Economía como su nombre lo indica, se refiere a la administración de los bienes de un individuo, familia, corporación, etc., entre tantos otros conceptos también válidos como la buena administración del tiempo y de otras cosas inmateriales, o cuando se refiere al ahorro de dinero, y por extensión al ahorro de trabajo, tiempo, etc.

Pero me inclino por la primera porque es la que apunta directamente al individuo, en referencia al uso de los recursos de que posee para poder administrarlos de la mejor manera posible, y hacer frente así, a los gastos necesarios tanto para desarrollar su actividad, como para cubrir sus necesidades más inmediatas, producto de un conjunto de preceptos sobre el mejor uso que puede hacerse de los productos destinados al consumo inmediato, privado o familiar, como también a la coordinación de las iniciativas según un plan establecido por una autoridad económica, que define las variables que van a inferir en el mercado, sin que el individuo como persona pueda influenciar, y solamente deberá someterse o sentirse obligado a respetar las reglas que la economía impone y deberá cumplir en forma indefectible, esté de acuerdo o no.

Los movimientos de la economía, ya sea doméstica, política, dirigida, de bienestar o como sea, son trasladados de una forma invisible desde los más altos estamentos hasta el simple individuo, pasando por todo tipos de instituciones públicas, privadas, corporaciones, sociedades, etc, desgranando todas las variables que has sido dispuestas desde el Ministerio de Economía del gobierno de turno, y aún más allá, sujeta a una economía globalizada que rige los destinos de la humanidad.De acuerdo a esto, vemos que el individuo recibe, sin elección, una serie de preceptos que desconoce, pero que tiene que cumplirlos, porque los movimientos económicos domésticos y cotidianos, atados a una más compleja gama de variables micro o macroeconómicas, según estén dirigidas a un sector o a toda la economía en general, influencian en su desarrollo y manejo social, y él debe adaptarse y manejarse de acuerdo a ellos.

En este plano, vemos que los individuos y la sociedad en general, se va adaptando a la economía política (ciencia que estudia las leyes de producción y distribución de bienes que satisfacen las necesidades humanas) de turno, algunas veces dirigida, en las que las iniciativas económicas son coordinadas según un plan o programa común regulado por una autoridad política superior; en otros casos a una política neoliberal o de mercado, que hace hincapié en una competencia imperfecta, que regula el mercado de una manera invisible y produciría los cambios necesarios en la economía sin regulaciones de ninguna clase.

El individuo, haciendo uso de su derecho a voto, puede elegir una forma u otra, de acuerdo al pensamiento del candidato o partido al que elija votar, y con eso puede resolver su problema de conciencia y estar satisfecho si gana lo que él a elegido, y así lo consiguiera, tampoco estaría resuelto todo, ya que tendrá que esperar cuando asuma, si pone en practica todo lo que prometió en su campaña proselitista, mientras tanto está resignado a esperar y a seguir soportando lo que la economía le está deparando en ese momento, por que ésta no para, es una cuestión de todos los días, y todos los días deberá resolver como solucionar sus ocasionales problemas económicos, que influencian notablemente sobre su vida y comportamiento social.

Entonces tenemos a un individuo que bien o mal, este de acuerdo o no, haya votado al candidato y al plan económico de sus sueños, que le va a resolver todos los problemas, y así hubiera ganado, no puede sentirse con la satisfacción que el derrame de la economía llegue hasta su hogar, en forma mágica e instantánea a resolver su economía doméstica, que tendrá que llevar adelante para alimentar, proteger, educar y darle una vivienda adecuada, a su familia, desarrollando todo tipo de actividades.

Deberá levantarse todos los días con trabajo o no, dispuesto a afrontar lo que le depara la economía. Podrá estar mejor o peor, pero de acuerdo a esa circunstancia su entorno social y su mismo desenvolvimiento, se verá afectado de una manera u otra, y sus reacciones podrán ser diversas, puede someterse calladamente a ellas soportando o disfrutando de su condición social, o salir a dar a conocer sus inquietudes, protestas, proyectos, ideas, etc. para que de alguna manera, se puedan ir corrigiendo, y aún, si se puede y se tiene influencias o poder económico o político, a modificar ciertas variables para que lo social se convierta en algo que se pueda disfrutar, vivir y una forma de resolver situaciones normales que a veces la economía no lo permite y afecta los sentimientos mas hondos de los lazos familiares y las relaciones personales que se ven prácticamente avasalladas, provocando situaciones insostenibles que perjudican el buen entendimiento entre las personas, con la que el individuo mantiene diaria y continuamente una relación de comunicación.

La problemática social que el individuo vive, como consecuencia del desarrollo de la economía, se debe a que no se ha sabido adaptar a la misma o que la misma no lo cobija, y pasa a ser un excluido social, y deja de tener la cobertura necesaria, que el Estado tiene la obligación de darle, pero que no alcanza a darle respuesta.

Por lo tanto, el individuo es una variable más, puede o no tener resultados positivos, pero no deja de ser un elemento más, que deberá adaptarse al juego materialista de los números, que solamente ve en cifras, quienes alcanzan o no el nivel de subsistencia mínima, o quienes son pobres o quienes dejan de serlo, de acuerdo al ingreso que pueda tener cada uno, sin entrar a observar más detenidamente a cada individuo y su problemática cotidiana.

La influencia de la economía sobre la actitud social del individuo, no va a depender entonces si la economía lo tiene en cuenta o no, sino de los resultados de ésta sobre su propia condición social, que puede llegar a favorecerlo o no, incluyéndolo o abortándolo porque no responde o no alcanza a cumplimentar los requisitos necesarios para poder quedar insertado en la misma.

El problema de la exclusión social se ha transformado en algo normal en la economía, sometiendo a estos excluidos a la atención del Estado, a través de planes que de alguna manera pretende reinsertarlos al circuito económico, pero de una manera marginal y degradante que cada día va deteriorando más y más al individuo que se encuentra en ese estado, sometiéndolo a denigrantes actitudes y caer en circunstancias extremas que lo llevan a cometer delitos de toda índole (robos, secuestros, prostitución, comercialización de drogas, etc.) para poder subsistir

La actitud social del individuo se va acomodando a su circunstancia económica, si está en la escala social alta, puede permitirse utilizar todas las variables económicas que están al alcance de todos, pero que la pueden utilizar solamente aquellos que alcanzan cierto nivel económico, y que corresponde a un 10 % de la población.

Los que le siguen en la pirámide, que podría llamarse una clase media alta también pueden alcanzar socialmente ciertos niveles, pudiendo cumplir con todas las obligaciones sociales que le impone el desenvolvimiento normal de cualquier familia (alimentación, educación, esparcimiento, cultura, etc.) logrando que sus hijos puedan desarrollarse normalmente.

Las restantes capas sociales, comienzan a tener problemas de subsistencia, por supuesto de mayor a menor, desde las clases media baja, baja y por supuesto, con mayores problemas la clase indigente, que cada día es mayor.

Como resultado nos encontramos que el 40% de la población se encuentra debajo de la línea de la pobreza, y que no encuentra soluciones inmediatas posibles, y su situación social se encuentra seriamente afectada, debido a que la economía le ha pegado muy duro durante muchos años, y a pesar de su recuperación, todavía no ha podido llegar en plenitud a los sectores más bajos de la población, por lo cuál la actitud del individuo es como de resignación ante una situación compleja y delicada que está resentida y que no logra dar soluciones inmediatas, comprometiendo seriamente su futuro y el de su familia.

A veces sin trabajo, y con un sustento muy bajo no logra satisfacer sus necesidades básicas más inmediatas, entonces, cae en un deterioro social lamentable, por decantación, sufriendo las consecuencias, sin poder resolverlas o resolviéndolas de una manera informal y delictuosa que agrava aún más su situación social.

Las soluciones pueden ser diversas, y diferir en el tiempo, según se ponga en funcionamiento tal o cual plan, pero la realidad existe y el individuo debe resolver su situación día a día, entonces su
actitud es diversa, de acuerdo a como incida la economía en su bolsillo o en su entorno.

Otras veces se manifiesta en forma de protesta, y cada día sale a la calle a protestar para conseguir algo que lo satisfaga, por lo menos que lo escuchen y vean su necesidad, buscando que la sociedad o el Estado, al ver su situación, dé alguna respuesta, aunque sea momentánea.

Sea como sea, el individuo nunca se queda quieto ante la incidencia de la economía en su situación social, ya sea en forma progresista, de protesta, asociativa, informal o delictiva, tiene que resolver su situación, y obtener un resultado, no siempre es positivo, pero está obligado a lograrlo, y día a día, deberá enfrentar el desafío para que su condición social no se estanque sino que progrese, siendo esta su finalidad esencial, aunque a veces no lo consiga.

No es fácil, ni todos pueden conseguirlo, pero hay una realidad, todos tratan de hacerlo, de alguna manera u otra, no dejan de intentarlo. El individuo es así, pelea con la economía hasta el final, a veces ganando a veces perdiendo, pero sin dejar de resignarse, porque sino sería imposible vivir, subsistir, existir o como le guste llamarlo, pero es así, porque el paso del tiempo es indefectible y con él la vida, y a ésta hay que mantenerla para no perderla, siendo una lucha conseguir las cosas necesarias para que esto ocurra.

No puede bajar los brazos, debe seguir intentándolo, sea como sea, esa lucha es diaria, cruel, despiadada, sin cuartel, sin condiciones, necesaria para la subsistencia mínima y normal de cada individuo.

En resumen, debo decir que la incidencia de la economía en la actitud social del individuo es total, no se puede desligar de ella, siempre lo estará presionando, para que de alguna u otra manera, logre resolver su condición para poder seguir adelante en un camino interminable, que lo obliga a no detener su andar, y a resolver todas las situaciones que se presentan a diario, malas o buenas, y lograr así los resultados esperados para que su vida tenga alguna razón de ser, y quienes lo rodean puedan encontrar satisfacción necesaria para poder desarrollarse en una sociedad que no da treguas, y económicamente exige resultados, más allá de lo que cada individuo puede lograr.

Ante esta problemática, debemos plantear una solución para este individuo que se encuentra en una situación de indefensión, al que hay que darle las herramientas adecuadas para que pueda ir construyendo, paso a paso, de abajo hacia arriba, una nueva forma de hacer frente las distintas situaciones económicas, y aún, con su participación activa, poder corregirlas y adecuarlas, así lograr un mejoramiento de su calidad de vida.

Primeramente, debe recuperar su identidad como persona y darle un sentido a su vida, para que recupere la posibilidad de una estabilidad, que le permita vivir de su trabajo, y sea, protagonista inexcusable de la transformación social.
La misma necesidad del individuo le debe dar el empuje necesario para participar en la atención de los problemas que se presentan en su comunidad (empleo, educación, salud, transporte, servicios públicos, infraestructura, medio ambiente, seguridad, justicia, etc.) y canalizar sus inquietudes a las autoridades locales competentes.

Lograr una buena formación para elevar su nivel cultural o de conciencia, participando en charlas, cursos, talleres, conocimiento de sus derechos como ciudadano, práctica cultural, etc.
De esta manera, podrá intercambiar opiniones (discusión) con sus pares, con entidades o con las autoridades de gobierno, sobre las distintas políticas económicas a aplicarse, para lograr influenciar sobre su implementación o sobre su desarrollo, para que las mismas puedan ser lo más efectivas posibles para que puedan beneficiarlo no solamente a él, sino también a la comunidad que lo rodea.

Y por último, lograr la participación de otros miembros de la comunidad para que hagan lo mismo, y formar una organización, conformada con individuos consustanciados con su problemática, capacitados y formados, y además, con capacidad de diálogo, que tendrá más fuerza en los reclamos y más posibilidades de alcanzar logros más efectivos.


Para ello, es necesario un compromiso solidario, en el cuál el que más gana aporte por el que menos tiene, el más joven haga más esfuerzo por el más viejo y el más sano por el más enfermo, logrando así un equilibrio social que permitirá cumplir con todos los requerimientos sociales: salud, seguridad, vivienda, previsión, trabajo, emprendimientos, producción, etc.

Este compromiso debe nacer, crecer y reproducirse en cada individuo, para que de esta manera logre los cambios necesarios para una transformación social de la economía.
Los viejos paradigmas
Primeramente, debemos analizar los viejos paradigmas que rigieron los destinos de la economía política, y por lo tanto, su consecuencia sobre la actitud social del individuo.

Todo comienza, con los albores de la independencia, que de alguna manera marca el hito más importante de nuestra historia, aunque no la hayamos logrado nunca, porque salimos del dominio español para caer en el dominio norteamericano, que indirectamente nos ató a su imperio a través de la economía que en ese momento dominaba el mundo,

De aquí surgen dos paradigmas que subsisten inevitablemente hasta nuestros días:
a) Todo escenario internacional modifica los campos de acción nacional y toda acción nacional se adapta a favor o en contra de las ideas predominantes internacionales.
b) Toda idea política y poder de los núcleos sociales se adaptan al predominio del orden económico vigente.

Simultáneamente se va produciendo un proceso de transformación en las ideas económicas reinantes, abriendo los mercados y contrayendo grandes préstamos de capital. Comienza a aplicarse el capitalismo financiero en base a la doctrina del neoliberalismo, aplicando el concepto que el capital no tiene fines, sino en sí mismo, y sólo debe perseguir la rentabilidad.

La Globalización, fenómeno excluyente en el campo económico y cultural, surgida después de la caída del muro de Berlín (Alemania), se convirtió en un paradigma indiscutido, en todos los países dependientes como el nuestro, que se ataron a ella en pos de un modernismo, que trajo aparejado la desaparición de casi la totalidad de las industrias nacionales, la quiebra de muchas empresas y explotaciones agropecuarias, y por lo tanto, un nivel de desocupación nunca experimentado en el país. campa957@hotmail.com


I Objeto, Campo y Método de la Ciencia Económica.
1.2.1 El individuo y la Economía

El hombre es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que estén más cercanos a él, para satisfacer sus deseos personales, y para desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar el reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de vida. Solamente la existencia de estos diferentes y frecuentemente contradictorios objetivos por el carácter especial del hombre, y su combinación específica determina el grado con el cual un individuo puede alcanzar un equilibrio interno y puede contribuir al bienestar de la sociedad. Es muy posible que la fuerza relativa de estas dos pulsiones esté, en lo fundamental, fijada hereditariamente. Pero la personalidad que finalmente emerge está determinada en gran parte por el ambiente en el cual un hombre se encuentra durante su desarrollo, por la estructura de la sociedad en la que crece, por la tradición de esa sociedad, y por su valoración de los tipos particulares de comportamiento. El concepto abstracto «sociedad» significa para el ser humano individual la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con todas las personas de generaciones anteriores. El individuo puede pensar, sentirse, esforzarse, y trabajar por sí mismo; pero él depende tanto de la sociedad —en su existencia física, intelectual, y emocional— que es imposible concebirlo, o entenderlo, fuera del marco de la sociedad. Es la «sociedad» la que provee al hombre de alimento, hogar, herramientas de trabajo, lenguaje, formas de pensamiento, y la mayoría del contenido de su pensamiento; su vida es posible por el trabajo y las realizaciones de los muchos millones en el pasado y en el presente que se ocultan detrás de la pequeña palabra «sociedad».

Es evidente, por lo tanto, que la dependencia del individuo de la sociedad es un hecho que no puede ser suprimido —exactamente como en el caso de las hormigas y de las abejas. Sin embargo, mientras que la vida de las hormigas y de las abejas está fijada con rigidez en el más pequeño detalle, los instintos hereditarios, el patrón social y las correlaciones de los seres humanos son muy susceptibles de cambio. La memoria, la capacidad de hacer combinaciones, el regalo de la comunicación oral han hecho posible progresos entre los seres humanos que son dictados por necesidades biológicas. Tales progresos se manifiestan en tradiciones, instituciones, y organizaciones; en la literatura; en las realizaciones científicas e ingenieriles; en las obras de arte. Esto explica que, en cierto sentido, el hombre puede influir en su vida y que puede jugar un papel en este proceso el pensamiento consciente y los deseos.

El hombre adquiere en el nacimiento, de forma hereditaria, una constitución biológica que debemos considerar fija e inalterable, incluyendo los impulsos naturales que son característicos de la especie humana. Además, durante su vida, adquiere una constitución cultural que adopta de la sociedad con la comunicación y a través de muchas otras clases de influencia. Es esta constitución cultural la que, con el paso del tiempo, puede cambiar y la que determina en un grado muy importante la relación entre el individuo y la sociedad como la antropología moderna nos ha enseñado, con la investigación comparativa de las llamadas culturas primitivas, que el comportamiento social de seres humanos puede diferenciar grandemente, dependiendo de patrones culturales que prevalecen y de los tipos de organización que predominan en la sociedad. Es en esto en lo que los que se están esforzando en mejorar la suerte del hombre pueden basar sus esperanzas: los seres humanos no están condenados, por su constitución biológica, a aniquilarse o a estar a la merced de un destino cruel, infligido por ellos mismos.

Si nos preguntamos cómo la estructura de la sociedad y de la actitud cultural del hombre deben ser cambiadas para hacer la vida humana tan satisfactoria como sea posible, debemos ser constantemente conscientes del hecho de que hay ciertas condiciones que no podemos modificar. Como mencioné antes, la naturaleza biológica del hombre es, para todos los efectos prácticos, inmodificable. Además, los progresos tecnológicos y demográficos de los últimos siglos han creado condiciones que están aquí para quedarse. En poblaciones relativamente densas asentadas con bienes que son imprescindibles para su existencia continuada, una división del trabajo extrema y un aparato altamente productivo son absolutamente necesarios. Los tiempos —que, mirando hacia atrás, parecen tan idílicos— en los que individuos o grupos relativamente pequeños podían ser totalmente autosuficientes se han ido para siempre. Es solo una leve exageración decir que la humanidad ahora constituye incluso una comunidad planetaria de producción y consumo.

Ahora he alcanzado el punto donde puedo indicar brevemente lo que para mí constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo. Se refiere a la relación del individuo con la sociedad. El individuo es más consciente que nunca de su dependencia de sociedad. Pero él no ve la dependencia como un hecho positivo, como un lazo orgánico, como una fuerza protectora, sino como algo que amenaza sus derechos naturales, o incluso su existencia económica. Por otra parte, su posición en la sociedad es tal que sus pulsiones egoístas se están acentuando constantemente, mientras que sus pulsiones sociales, que son por naturaleza más débiles, se deterioran progresivamente. Todos los seres humanos, cualquiera que sea su posición en la sociedad, están sufriendo este proceso de deterioro. Los presos a sabiendas de su propio egoísmo, se sienten inseguros, solos, y privados del disfrute ingenuo, simple, y sencillo de la vida. El hombre sólo puede encontrar sentido a su vida, corta y arriesgada como es, dedicándose a la sociedad.

La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal. Vemos ante nosotros a una comunidad enorme de productores que se están esforzando incesantemente privándose de los frutos de su trabajo colectivo —no por la fuerza, sino en general en conformidad fiel con reglas legalmente establecidas. A este respecto, es importante señalar que los medios de producción —es decir, la capacidad productiva entera que es necesaria para producir bienes de consumo tanto como capital adicional— puede legalmente ser, y en su mayor parte es, propiedad privada de particulares.

En aras de la simplicidad, en la discusión que sigue llamaré «trabajadores» a todos los que no compartan la propiedad de los medios de producción — aunque esto no corresponda al uso habitual del término. Los propietarios de los medios de producción están en posición de comprar la fuerza de trabajo del trabajador. Usando los medios de producción, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial en este proceso es la relación entre lo que produce el trabajador y lo que le es pagado, ambos medidos en valor real. En cuanto que el contrato de trabajo es «libre», lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la demanda de los capitalistas de fuerza de trabajo en relación con el número de trabajadores compitiendo por trabajar. Es importante entender que incluso en teoría el salario del trabajador no está determinado por el valor de su producto.

El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo animan la formación de unidades de producción más grandes a expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población. Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directa o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos políticos.

La situación que prevalece en una economía basada en la propiedad privada del capital está así caracterizada en lo principal: primero, los medios de la producción (capital) son poseídos de forma privada y los propietarios disponen de ellos como lo consideran oportuno; en segundo lugar, el contrato de trabajo es libre. Por supuesto, no existe una sociedad capitalista pura en este sentido. En particular, debe notarse que los trabajadores, a través de luchas políticas largas y amargas, han tenido éxito en asegurar una forma algo mejorada de «contrato de trabajo libre» para ciertas categorías de trabajadores. Pero tomada en su conjunto, la economía actual no se diferencia mucho de capitalismo «puro». La producción está orientada hacia el beneficio, no hacia el uso. No está garantizado que todos los que tienen capacidad y quieran trabajar puedan encontrar empleo; existe casi siempre un «ejército de parados». El trabajador está constantemente atemorizado con perder su trabajo. Desde que parados y trabajadores mal pagados no proporcionan un mercado rentable, la producción de los bienes de consumo está restringida, y la consecuencia es una gran privación. El progreso tecnológico produce con frecuencia más desempleo en vez de facilitar la carga del trabajo para todos. La motivación del beneficio, conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la acumulación y en la utilización del capital que conduce a depresiones cada vez más severas. La competencia ilimitada conduce a un desperdicio enorme de trabajo, y a esa amputación de la conciencia social de los individuos que mencioné antes.

Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves males: el establecimiento de una economía socialista, acompañado por un sistema educativo orientado hacia metas sociales. En una economía así, los medios de producción son poseídos por la sociedad y utilizados de una forma planificada. Una economía planificada que ajuste la producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo a realizar entre todos los capacitados para trabajar y garantizaría un sustento a cada hombre, mujer, y niño. La educación del individuo, además de promover sus propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en él un sentido de la responsabilidad para sus compañeros-hombres en lugar de la glorificación del poder y del éxito que se da en nuestra sociedad actual.

Sin embargo, es necesario recordar que una economía planificada no es todavía socialismo. Una economía planificada puede estar acompañada de la completa esclavitud del individuo. La realización del socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?

El Proceso Económico
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El debate acerca del proceso económico se puede iniciar matizándolo con palabras cargadas de preconceptos, como las que suelen emplear los políticos demagógicos y los diletantes de la sociología. Si abandonamos la retórica sociologista y soslayamos esos preconceptos de nuestra mente, podremos ver las cosas tal como realmente son. Comenzaríamos a contemplar los hechos de la vida cotidiana desprovistos del ropaje ideológico y aparecerían los problemas concretos y esenciales. La misteriosa coordinación Millones de habitantes en nuestro país se levantan todos los días y se dirigen hacia sus ocupaciones habituales. Unos concurren a sus trabajos en distintas plantas industriales; otros van a las oficinas y locales comerciales; algunos se dirigen al campo para controlar los rodeos o preparar la tierra para la próxima cosecha; miles de jóvenes se trasladan a sus colegios, escuelas y facultades; y aquellos que tienen alguna enfermedad concurren a hospitales, clínicas y sanatorios para la consulta médica que les permita recuperar la salud. Allí, en cada lugar, todos ellos encuentran –misteriosamente y sin darse cuenta– que las cosas están en su sitio, que si bajan la palanca aparece la energía eléctrica para mover las máquinas, que disponen de los insumos necesarios para continuar la producción de bienes, que las frutas de estación y las verduras frescas están prolijamente presentadas en las verdulerías, que las carnes y los alimentos procesados están ubicados en las góndolas y estanterías de los supermercados, que las máquinas-herramientas están bien mantenidas, que enormes camiones cargan productos para llevarlos a los puertos de embarque, que los buques exportan mercancías hacia otros países, que las grúas portuarias descargan contenedores sobre vagones ferroviarios con millones de productos que van a necesitar las empresas industriales para proseguir su proceso productivo. Ello sucede incesantemente –día tras día– sin que aparentemente nadie esté dando órdenes para que la coordinación de esas actividades se haga sin interferencias ni obstáculos que paralicen el proceso económico. Quién dirige este proceso ¿Cómo se consigue que el proceso económico cotidiano fluya tan libremente de manera tal que permita producir lo que se va a demandar, ofrecer lo que se va a buscar y vender lo que cada uno necesitará? ¿Quién dirige los medios de producción de manera tan correcta y precisa para que, puntualmente, aparezcan en cada lugar del país y en cada local comercial todas aquellas cosas que necesitamos en la calidad y cantidad buscadas? La historia de la humanidad nos enseña que, en una economía donde exista una extensa división del trabajo, sólo hay dos maneras de conseguir esta maravillosa coordinación:1º) mediante las órdenes dictatoriales de un comisario político a quien se encomienda la imposible tarea de combinar miles de circunstancias de tiempo, modo y lugar, haciendo y deshaciendo a su gusto,2º) a través del sistema de precios libres, siempre que ellos representen las condiciones de escasez, para que cada uno, en su puesto de trabajo, pueda integrar su actividad y coordinar su plan individual con otros millones de planes simultáneos o sucesivos llevados a cabo gracias a ese dato esencial del precio. La complejidad creciente del mundo actual La dirección del proceso económico en el mundo actual es tanto más complicada porque tiene un carácter dinámico y se van produciendo permanentes cambios y alteraciones en los datos fundamentales. Todos los días aparecen nuevas informaciones: nacimientos, defunciones, enfermedades, sequías, huelgas y bloqueos provocados por sindicatos, prohibiciones y obstáculos creados por el gobierno, innovaciones generadas por la tecnología, nuevos emprendimientos que dejan obsoletas las anteriores instalaciones. Sin embargo, a pesar de estas modificaciones, la economía responde adaptándose constantemente. ¿Cómo se puede lograr la dirección de este proceso productivo tan dinámico, variado y cambiante sin que existan procedimientos burocráticos que lo regulen, ni interminables planillas repletas de ridículos datos y, muchos menos, sin controladores, ni inspectores o verificadores designados por el gobierno? ¿Cómo se hace el planeamiento para llevar a cabo las inversiones que deberán prever lo que pueda acontecer dentro de unos años, para tener listo el aparato productivo que tenga que hacer frente a las demandas de ese futuro probable pero hoy inexistente? El error de politizar la dirección económica Si los gobernantes carecen de conocimientos adecuados o menosprecian la sabiduría acumulada pacientemente por quienes se han dedicado a estudiar estos problemas, suelen adoptar la actitud de arrogancia propia de los ignorantes que tienen poder político. Les surge entonces una primitiva y grosera idea: pensar que el proceso económico puede dirigirse mediante oficinas centrales de planificación, encargadas de realizar el cálculo económico y de dar las instrucciones necesarias para que el proceso no se paralice. En ese caso, lo único que logran tener son costos y valores globales calculados a “grosso modo”. Esas grandes cifras-promedio o valores agregados no sirven para nada, más que para engañar a los incautos, manipular índices de precios o publicar titulares engañosos. Cuando en un país la economía debe esperar órdenes de un comisario político, dotado de poder de coerción, se produce una involución gradual porque los datos económicos se falsean, todo comienza a confundirse y el proceso económico se encamina en una dirección errónea. Aquello que es escaso se presenta como barato porque está bajo control político y aquello que es abundante aparece carísimo porque el gobierno está interesado en exportarlo para conseguir divisas y cobrar retenciones. En resumen, desaparece toda señal confiable, se pierde la coherencia y ya nada indica nada, porque los métodos de dirección del proceso económico no están engranados entre sí sino que dependen de las señales y resoluciones que pueda lanzar el comisario político. Hoy advertimos un intento creciente por politizar la dirección de proceso económico. Por ejemplo, en la asignación de partidas millonarias a Enarsa para que compre volúmenes crecientes de gas en Bolivia, pagando u$s 5 el millón de BTU para ser vendido a los usuarios finales a u$s 1,50. Del mismo modo, se aprecia la politización del proceso económico cuando se establece que el gasoil debe tener un precio sensiblemente inferior a los costos internacionales y, para lograr este efecto, se prohíbe a las empresas petroleras que exporten nafta como medio para obligarles a producir el gasoil que el transporte y la actividad agrícola necesitan imperiosamente. Idénticos efectos se provocaron con la prohibición de exportar carnes para presionar artificialmente el incremento de la oferta de ganado en los mercados de hacienda y lograr un menor precio en las carnicerías. Pero este propósito se frustró ampliamente porque el precio al consumidor final se mantuvo elevado, los criadores e invernadores no recibieron el valor adecuado de sus animales y la diferencia de esos precios empujados a la baja con el precio creciente en las carnicerías fue aprovechado por matarifes, consignatarios, frigoríficos y abastecedores que se quedaron con toda la diferencia. La ganadería comenzó a liquidar sus vientres. De este modo, cuando los precios son fijados por el Estado, ya no señalan relaciones de escasez efectiva, ni muestran el valor real del dólar, ni exhiben el verdadero precio de los combustibles o de la energía.
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